Cierro lo ojos y veo el recuerdo, observo ese momento que me llevo a conocerte, no sólo una mínima parte del total de tu cuerpo, sino una centesima parte de eso que tu llamas espíritu.
Mi mirada se torna negra, pero mi mente comienza a viajar, termina aterrizando en ese instánte pleno: vamos hacia el bosque, caminando, nos encontramos con un estanque que cría truchas, seguimos avanzando, decidimos que es mejor introducirse hacia las entrañas del bosque.
Es hora de comer, lo hacemos. Estamos viendo las nubes que sólo se encargan de seguir avanzando para cubrir al sol, decides hacer lo mismo, te tornas gris para sólo abrazarme y comienza el juego... recorro tus espalda, te miro a los ojos, y sabes que mi mirada explica sólo una cosa: satisfacción. Decides tocarme, comienzas por la boca, besarnos, es el lo primero, el juego de insistir en compartir esos pedazos de carne... recorres mi cuerpo, el tacto es el segundo de los sentidos que utilizas, después escuchamos los ecos de los árboles moviéndose... terminamos por aceptar que la situación se está poniendo díficil y que lo siguiente que hagamos será la unión de los cuerpos, pero decidimos que no será eso, mejor aceptamos sentarnos a ver como achucha la noche sobre el camino que nos falta por recorrer
Termina el momento, pero queda el recuerdo...
1 comentario:
Lo concluyes en los más bueno... no dejes de escribir, Sandra... te estaré checando...
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